El
Monasterio de Asheton Maryam, es un venerado santuario monástico
ubicado en lo alto de las montañas cerca de Lalibela, a una altitud
aproximada de
3.150 metros en el Monte Abuna Yosef.
Su
advocación según me dice la población local podría traducirse como
el perfume (ashenton) de María, una forma de presentir su presencia. Otra explicación la da un tal Bidder, a quien no tengo el gusto de conocer. Apunta que según una leyenda la zona se llama "Ash-Etan" (hoy Asheton), por su olor a
incienso. Este nombre se explica de la siguiente manera:
“Cuando un monje entró por primera vez en la cueva, gente apareció
desde el interior de la montaña (se refiere al interior de la cueva) y este preguntó por qué habían venido.
Respondieron 'Ash-Etan'” (por el perfume a incienso). Etan y Liban son antiguos nombres para el
incienso en Etiopía. Me imagino que por que las ropas del sacerdote debían estar impregnadas de dicho olor.
En
cuanto a su fundación, parece que el rey Lalibela fue quien inició
el proyecto (siglo XIII) antes de desarrollar el
extraordinario complejo que lleva su nombre. Una hipótesis apunta
que aunque iniciado por él fue finalizado por su sucesor, el rey
Ne’akuto Le’ab (1215-1255). Los lugareños afirman que esta fue
la primera iglesia que hizo construir el rey Lalibela. Viendo in situ
la sencillez
del monasterio comparado con la grandiosidad del complejo de iglesias
que llevan su nombre, se me hace extraño que el monarca dejara sin
terminar un proyecto proporcionalmente
tan poco costoso de culminar.
Alguna
razón que se me escapa tendría.

Comparte
características con las iglesias excavadas en la roca de Lalibela,
ya que fue tallada en una sola roca sólida a la que está unida solo en la ladera norte, quedando rodeada en los otros tres lados por pequeños patios abiertos. En comparación
su arquitectura es más simple que la del conjunto de iglesias de Lalibela. Estas además, tienen una fuerte carga simbólica relacionada
con Jerusalén que no se da en Ashenton. Hay quien afirma que la compleja red de túneles y
cámaras que rodean las iglesias podían representar el entierro y la
resurrección de Nuestro
Señor Jesucristo.
También aquí encontramos en los muros de piedra
enterramientos y
pequeñas cámaras excavadas en la roca, aunque no me aventuro a
darles un significado que desconozco.
El
monasterio como he apuntado está dedicado a la Virgen María y sigue siendo un
importante lugar de peregrinación. Su ubicación remota refleja la
práctica histórica etíope de construir monasterios en áreas
aisladas y de difícil acceso.
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Detalle de enterramiento (a la derecha y pequeñas cámaras excavadas en la roca. |
Los
fieles de Lalibela y los alrededores suben caminando normalmente por
atajos que si bien acortan el camino, la pendiente solo es apta para
los lugareños, acostumbrados a la dureza de los abruptos desniveles
de sus montañas y para algún ferenji
(occidental) todoterreno,
que no es mi caso. En época de lluvias tramos de carretera quedan
casi impracticables, por lo que os recomiendo alquilar el servicio de
un cuatro por cuatro si no queréis quedaros hundidos en el barro
(hablo por experiencia).
Después
de una media hora larga de coche, allí donde la carretera termina,
empieza un sendero que hay que hacer a pie (otra
media hora a paso normal). En
este punto encontramos
un pozo o manantial protegido por una pequeña construcción.
Se
le conoce como el Manantial Sagrado o
Abe Be’ere,
que en amhárico significa agua bendita.
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Abe Be'ere |
Su
agua se considera
pues
tsebel
(bendita) y ha sido y es una fuente de bendición tanto para las
gentes de Lalibela como para los peregrinos durante generaciones.
Existe
una leyenda sobre el origen del pozo que afirma que el agua es un
regalo del Cielo, una ofrenda divina. Si bien no existe mucha
documentación sobre el pozo, está vinculado al patrimonio
espiritual general de las iglesias excavadas en la roca de Lalibela.
Los monjes creen que el agua está santificada por las oraciones y la
presencia de los santos vinculados a la zona.
El pueblo etíope es
profundamente religioso y por mi experiencia de vida junto a ellos,
me uno a la creencia de los efectos sobrenaturales que la ingesta de
este agua, desde su fe, pueda tener. Mi
amigo Thomas, con el respeto y la devoción debidos, abre la pequeña
puerta de madera que da acceso al agua, coge un vaso del interior, lo
llena y bebe. Aprovecho para mirar el interior y veo al fondo (en la
pared frontal) una cruz trabajada en la roca.
Acabado
el rito seguimos camino. Se trata de
un sendero agradable y con unas vistas formidables. El
atractivo que tiene el
ir en época de lluvias es que todo son campos de un verde intenso
que nada tiene que ver con la idea que mucha gente tiene de este
maravilloso país etíope.
En
algún tramo la pared de roca se mete en el sendero, haciendo de
pequeña cubierta y dejándo caer pequeñas gotas de agua que la
montaña va escurriendo y tu vas recogiendo de forma involuntaria en
tu cabeza y ropa. Ni
que decir tiene que el suelo mojado en algún punto se torna
resbaladizo (únicamente para nosotros los ferenjis) y puede
acarrearte algún resbalón. Un
simpático mozalbete o quizás dos, te “ayudarán” en la subida.
Tu
por no hacerles un feo, te dejarás llevar aunque no pocas veces
entorpezcan más tu caminar que otra cosa. Nada
más empezar el senderito un amable peregrino, me ofreció su bastón.
Thomas,
buen amigo y protector como el ángel de la guarda, le devovió el
báculo con un tono poco amistoso. Y es que como te podrás imaginar,
una vez de vuelta, el del bastón, los que te han ofrecido ayuda y
alguien que pasaba por allí, te invitarán
con más o menos educación a que les des una buena propina, pues
gracias a su ayuda, tu andar ha sido firme y seguro. Aquí también
el ángel de la guarda, mi
querido
Thomas, negocia la cantidad a pagar. En honor a la verdad tengo que
decir que doy por buena la ayuda que me ofrecieron, pues me libraron
de dos o tres resbalones que ni a mi cámara ni a mí nos hubieran
convenido.
Poco
antes de llegar a la cima, el camino se vuelve más escarpado y pasa
por un desfiladero donde
el suelo se convierte en escalones de piedra
que
te lleva a los pies del monasterio.

Allí
el sendero se divide. Hacia la derecha, a unos pocos metros se
llega a una gruta cerrada en su parte frontal por sillares de piedra
y una robusta puerta de madera azul. Parece
que está dedicada al arcángel San Miguel, se la conoce como Waf Argif Mikael. En la tradición ortodoxa
Tewahedo (etíope) es frecuente que las cuevas y espacios ocultos
estén dedicados a ángeles o santos. Se
cree que fue utilizada por los primeros monjes para la meditación y
el
retiro en
soledad. Aquí la comunidad podía encontrar su refugio espiritual.
Algunos dicen que fue una ermita o
un oratorio. Es posible también que fuera un lugar donde los
primeros monjes vivieron su reclusión.
Solo se abre en ocasiones muy especiales. Por lo que Thomas me
comenta en su interior hay cámaras excavadas y quizás algunas
pinturas y cruces talladas en la roca, pero muy poca gente ha tenido
el privilegio de poder entrar y ver. Esto añade un toque de misterio
y sacralidad al lugar.

Si
en lugar de desviarnos a la derecha seguimos el camino, llegamos a un
muro excavado en la roca con una pequeña puerta que da acceso al
recinto del monasterio.
A
nuestra llegada nos reciben los gritos y lloros de una adolescente.
Subidos unos pocos escalones, en el patio frente a la fachada principal de la iglesia un
grupo de gente junto a un sacerdote rodean a una chica a la que están
haciendo un exorcismo. En la iglesia Etíope es bastante común este
tipo de ritos. La gente reza, el sacerdote tiene una cruz procesional
frente a la tez de la chica y ella habla, chilla y llora. Obviamente
respetamos lo que allí acontece, no hacemos fotos, no nos quedamos a
mirar, respetamos
la intimidad y el sufrimiento de quien busca sanar a quien parece
está poseída. No hay que frivolizar con estos temas.

Entramos
pues en la iglesia, mejor dicho, entramos en la parte de la iglesia
en la que nos dejan entrar. Las iglesias ortodoxas como la etíope
tienen un espacio en el que solo pueden entrar los sacerdotes. Los
etíopes lo llaman maqdas y es donde tienen el tabot (la réplica de
las tablas de la Ley que es lo que hace santa a una iglesia). No me
voy a extender sobre esto, pues se escapa del tema que estoy
escribiendo. Las iglesias pueden tener uno o varios Tabots. En esta
iglesia solo hay uno y como no podía ser de otra manera está
dedicado a Nuestra Señora.
Una
vez dentro el monje nos enseña una serie de iconos,
cruces,
bastones
de oración, objetos
y libros entre
los que destaca un manuscrito escrito en ge’ez con ilustraciones
que vienen a ser como los tesoros de
un museo. La exposición viene acompañada con
su debida explicación que
será más o menos larga en función del interés que prestes a las
palabras del monje y de tu capacidad para arrancarle algún comentario extra.
En cuanto al interior de la iglesia, es un rectángulo carente de
pinturas, piedra trabajada ni nada que recuerde a las iglesias de
Lalibela. Alguna pintura cuelga en las paredes y poco más.
Únicamente destacar una pintura con los cuatro reyes Zagwe elevados
a la santidad (Yemrehanna Krestos, Lalibela, Ne’akuto
Le’ab
y
Harbay).
Particularmente
me resultó más atractiva la parte exterior de la iglesia y el
espacio que la rodea. Tumbas excavadas (ahora vacías) en el muro,
estancias excavadas de entrada prohibida: almacén, lugar donde se
prepara el pan de comunión, seguramente estancia de los monjes, etc. Como
decía al principio, sigue siendo un lugar de peregrinación. El
calendario etíope está lleno de festividades religiosas, algunas de
las cuales se celebran una vez al mes (etíope), entre ellas podemos
destacar la celebrada en honor de la Virgen María el día 21.
Aldeanos y peregrinos antes del amanecer van llegando llenando el
recinto de cantos (entre los que se incluyen salmos) y oraciones que
el incienso eleva al cielo. Los cantos son tanto en ge’ez como en
amhárico. Como me comenta mi querido Thomas: “El ambiente es muy
espiritual, una mezcla de silencio, incienso y cantos se graban en el
corazón. Intento ir siempre que puedo, no solo por la bendición,
sino también para conectar con la comunidad y la paz del lugar”.

Para
acabar comentar que normalmente los monasterios de Lalibela albergan
a un pequeño grupo de monjes devotos. En Ashenton Maryam puede
variar especialmente en función de la época del año y de las
festividades locales, cuando monjes de otros monasterios pueden venir
a participar de la celebración. En tiempo ordinario pueden haber
entre dos y cuatro.
Tanto
la dinastía Zagwe como la que le sucedió, de una u otra manera se
consideran legítimos herederos del reino de Aksum. Me llamó la
atención que el sacerdote me mostrara juntas la cruz que representa
Aksum (la de la derecha) y la que representa Lalibela (la de la
izquierda). Estoy convencido de que no fue mera casualidad.